Hace un par de semanas también tocó Kiko Veneno en Madrid. Venía a presentar "Dice la gente", su flamante nuevo álbum, ése en el que el autor de "Échate un cantecito" -quizá su obra maestra- se ha vuelto a descubrir como un genial compositor. En el Teatro Canal, lugar donde se desarrolló el evento, no había ni tres cuartos del aforo, que es de unas 900 localidades. El precio de las entradas estaba entre los 30 euros del anfiteatro a los 35 del patio de butacas. Se puede decir que el ex Veneno también pinchó ligeramente, pese que nos brindó un gran concierto -yo estuve allí-.
El pasado fin de semana, Love of Lesbian (en la foto) llenaron un teatro de Pozuelo de Alarcón (Madrid) de casi 600 butacas. Las entradas costaban 10 euros. Puede decirse que los autores de "Maniobras de escapismo" cosecharon un gran éxito.

Pues eso es lo que parece que está sucediendo. De repente los conciertos se han vuelto muy caros por gracia de un supuesto canon indiscriminado sobre las entradas mucho más pernicioso para el consumidor de música que el canon aprobado por las Cortes y ahora declarado parcialmente ilegal por Bruselas. Pero la gente no está dispuesta a pagar lo que sea por ir a un concierto. Aquí sólo tienen el lleno asegurado unos cuantos elegidos; el resto, a funcionar bajo la ley de la oferta y la demanda.
Os hablo de una experiencia reciente. Hace tres o cuatro semanas me compré el nuevo disco de Kiko Veneno: más de 16 euros. Poco después, flipado con las nuevas canciones del genio andaluz, me dejé 35 euros, más 2 de gastos de gestión, en la entrada de su concierto de Madrid. En total, han sido más de 52 euros, unas 8.600 pelas, por escuchar y ver a uno de mis artistas favoritos. Un poco caro, ¿no? Lo más sangrante de todo es que el propio Kiko Veneno decía en una entrevista un poco llorona en El Mundo, el mismo día de su actuación, que "no es fácil pagar 15 ó 20 euros por una entrada". Mucho menos pagar 35, amigo. Así pasó lo que pasó: que no estaban viéndote todos los que tenían que estar.
Su concierto en el Teatro Canal terminó con "La rumba de la crisis". Y es que también hay crisis en general, no sólo en el negocio musical. Se me olvidaba.